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lunes, 12 de septiembre de 2016


Nada me espera en esta solemne tarde de fin de verano.
Nadie acoge en su lecho a quien sabe que estamos condenados a vivir.
Aspiro el humo de un cáncer mortal, y veo, en un decir poético,
nuestra sangre fortaleciendo pequeñas palabras producidas por el azar de las combinaciones.
Reconozco: morir no quiero aunque esa sea la combinación perfecta.
Reconozco: quiero vivir mejor, en ese mundo prometido de hermanos donde mis brazos y mis palabras pertenezcan a un mismo cuerpo.
Reconozco el dolor, reconozco los sobresaltos.
Reconozco la impiedad de la justicia. Sé que alguno de nosotros está muriendo cada día.
Reconozco vivir en un mundo donde habrá mierda para todos.
Reconozco no saber claramente quiénes son mis hermanos.
la nada atraviesa mi corazón.
Reconozco que mi paz es efímera, soy violentado permanentemente por un vicio imperdonable: quiero ser escritor. Una combinación de habladurías y desencantos, pero por favor no me maten, tratemos de averiguar si sirvo para algo.
Lo escribiré todo porque lo vi todo.
Reconozco que tengo una esperanza de perdón.
Piedad para, quien indefenso frente a la catástrofe, sólo atinó a no cerrar los ojos.
Reconozco que tengo una esperanza de gloria.
Gloria para quien, obnubilado por los olores del hongo atómico, sobrevivió a la matanza.
Reconozco haber sumergido mi alma en ciertas drogas del olvido.
Reconozco no haber sido alterado jamás. Mi represión es sublime.
Soy un profesional del alma. Intacto y frío, paseo mi mirada por el horror.
Soy el desperdicio de una sociedad en crecimiento.
Sabio de la nada.
Reconozco no saber nada acerca de lo que escribo.
La violencia a la cual soy sometido debe ser investigada.
Debe investigarse de qué maldita perversión del hombre me quieren hacer responsable.
Miguel Oscar Menassa Chamli